Más de dos parecen ser las palabras claves dentro del universo emprendedor; sin embargo, me atreveré a enumerar, en principio, las siguientes: actitud y sumisión por el riesgo.
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Por: Solange Jimenez S. Directora de Investigación Innovaciones Sena
El concepto «emprendedor» es muy rico en acepciones y matices (Alonso y Galve, 2008), que se relaciona generalmente con valores positivos, ya que simboliza a aquel que toma la iniciativa, siendo el motor que empuja a la realización de una empresa, superando las adversidades que esto supone.
Los emprendedores, atendiendo a su función de nuevos empresarios, son personas que innovan, identifican y crean nuevas oportunidades de negocios (Campos, 1997): reuniendo y coordinando nuevas combinaciones de recursos para extraer los máximos beneficios de sus innovaciones en un entorno incierto, en otras palabras, realizan la gestión directiva de los diferentes recursos que se ponen en juego para crear la empresa.
Más de dos parecen ser las palabras claves dentro del universo emprendedor; sin embargo, me atreveré a enumerar, en principio, las siguientes: actitud y sumisión por el riesgo.
Emprendedor es la persona que paga un cierto precio para revender un producto a un precio incierto, por ende, tomando decisiones acerca de la obtención y el uso de recursos, y admitiendo consecuentemente el riesgo en el emprendimiento (Cantillon).
Etimológicamente, la palabra emprender se compone del prefijo “em” por “en” dentro de o sobre y del latín “prendĕre” que quiere decir coger. La palabra fue definida por primera vez en el Diccionario de autoridades de 1732 como: "La persona que emprende y se determina a hacer y ejecutar, con resolución y empeño, alguna operación considerable y ardua".
La Real Academia Española define el término como acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro”. El término fue empleado originalmente a los que entonces eran considerados aventureros, principalmente militares, término que posteriormente pasó a tener connotaciones comerciales.
¿Puedo aprender a emprender? El espíritu emprendedor es sobre todo una actitud, en la que algunas veces cambiamos el mercado y en otras creamos mercados nuevos. Existirán ilimitados números de perfiles emprendedores, en igual cantidad a las diferentes características personales que puedan constar. Una cultura emprendedora, en todo caso, resulta posible y necesaria. Dicha cultura es posible porque se puede aprender a emprender y es necesaria porque genera empleo y crecimiento económico.
El éxito emprendedor dependerá, en gran medida, de la capacidad para identificar una oportunidad y en gran medida de la firmeza y motivación al luchar por ella. En todo momento, entrarán en juego, tanto las habilidades duras (conocimientos y habilidades sobre un tema en específico), como las habilidades blandas (asociadas al comportamiento de la persona, su desempeño social, liderazgo y manejo emocional). Ambas, de real significatividad.